Ganaderos mexicanos se reinventan tras cierre de exportaciones a EU

Las autoridades agrícolas estadunidenses detuvieron el paso de ganado vivo por la frontera en julio

La decisión de Estados Unidos de suspender las importaciones de ganado proveniente de México llega en el peor momento para el ganadero Martín Ibarra Vargas, quien, tras dos años de una fuerte sequía, esperaba sacar adelante a su familia y su finca vendiendo sus terneros al otro lado de la frontera norte.

Al igual que lo hicieron su padre y su abuelo antes que él, Ibarra Vargas ha criado ganado en las desérticas tierras de Sonora, el estado del noroeste de México que comparte una larga frontera con Estados Unidos, en particular con Arizona. Su familia ya se había enfrentado a sequías devastadoras, pero nunca al impacto económico de una nueva plaga: el gusano carnívoro.

Las autoridades agrícolas estadunidenses detuvieron el paso de ganado vivo por la frontera en julio —la tercera suspensión en los últimos ocho meses— debido a las preocupaciones generadas por el gusano barrenador, detectado en el sur de México y que se desplaza hacia el norte.

El gusano barrenador es la larva de la mosca Cochliomyia hominivorax, que puede invadir los tejidos de cualquier animal de sangre caliente, incluidos los humanos. El parásito penetra en la piel de los animales, causándoles graves daños y lesiones que pueden ser mortales.

El Departamento de Agricultura de Estados Unidos lo calificó como una “plaga letal” y afirmó en junio que representa una amenaza para “nuestra industria ganadera, nuestra economía y nuestra cadena de suministro de alimentos”. Las autoridades han emprendido diversas medidas para mantener la plaga fuera del país, que fue erradicada hace décadas.

Como parte de su estrategia, Estados Unidos se dispone a producir miles de millones de moscas estériles y liberarlas en México y el sur de Texas. El objetivo es que los machos estériles se apareen con hembras y no produzcan descendencia.

La prohibición estadounidense también aplica a la importación de caballos y bisontes. Esta medida golpea a un sector ganadero ya debilitado por la sequía y, en particular, a un negocio de exportación que el año pasado generó mil 200 millones de dólares a México. Este año, los ganaderos mexicanos han exportado menos de 200 mil cabezas de ganado, menos de la mitad de lo que históricamente se envía en el mismo periodo.

Para Ibarra Vargas, considerado un ganadero relativamente pequeño para los estándares de Sonora, la imposibilidad de enviar sus reses al otro lado de la frontera le ha hecho replantearse todo.

Las repetidas prohibiciones de las autoridades estadounidenses a las importaciones de ganado mexicano han empujado a su familia a dedicarse a la apicultura, la cría de borregos y la venta de leche de vaca. Lo que el productor gana es solo una fracción de lo que generaba exportando ganado vivo, pero intenta aguantar los “tiempos de vacas flacas”, como él mismo lo llama.

“Por lo menos nos permiten seguir en la actividad”, dijo el hombre de 57 años, con un sombrero blanco de vaquero en la cabeza.

Reinventarse para sobrevivir

Ante el prolongado cierre del mercado estadounidense, los ganaderos de Sonora —el segundo mayor estado exportador del país, superado solo por Chihuahua— han tenido que voltear la mirada hacia el mercado local, mientras extreman los cuidados sanitarios de sus reses e instalan cientos de trampas en los desérticos campos para atrapar insectos y certificar que la mosca del gusano barrenador no ha llegado al norte del país.

En los últimos dos meses, debieron vender dentro de México más de 35,000 cabezas de ganado maduro.

“Ya no se podía esperar más”, dijo Juan Carlos Ochoa, presidente de la Unión Ganadera Regional de Sonora, al admitir que esa operación implicó para los productores una “diferencia de precio de 35%” a la baja en comparación con el valor de exportación de una res.

De acuerdo con cálculos de la firma local Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), los productores están perdiendo entre 25% y 30% por cada cabeza que comercian en México y no exportan.

También los ganaderos de Sonora han incursionado en la venta al por menor a través de carnicerías de lujo, que han denominado “boutique de carnes”, para comercializar directamente su producto. La carne de Sonora es reconocida por su alta calidad genética e inocuidad, lo que les ha permitido llegar hasta remotos lugares como Japón.

Sequía y cierre fronterizo: la ecuación para una crisis

Arrullado por el mugir de algunos de sus becerros, que corren de un extremo al otro de un pequeño corral esperando la hora del alimento, y protegido del sol con un improvisado techo hecho con bolsas plásticas, Ibarra Vargas admite que aún no sabe cómo podrá recuperarse de la prolongada suspensión de exportaciones hacia el país vecino, cuando todavía no ha podido solventar el perjuicio que dejó una fuerte sequía de dos años. Sus inventarios de reses se redujeron y tuvo que endeudarse para preservar la pequeña finca que ha manejado su familia por tres generaciones.

“Estamos contrarreloj”, expresó el productor al reconocer que un ganadero que “no tiene mercado ni dinero para seguir dándole de comer a sus becerros, pues es cuestión de tiempo para que diga: ‘¿Sabes? Hasta aquí llegué’”.

La fuerte sequía ha golpeado especialmente a los estados norteños de Chihuahua, Sonora, Durango, Tamaulipas y Coahuila, donde se concentra el grueso de las exportaciones de ganado de México, que el año pasado sumaron un millón 200 mil cabezas.

Juan Carlos Anaya, director de GCMA, afirmó que la sequía ocasionó en 2024 un descenso del 2% en los inventarios de ganado de México y una caída de 4.6% en la producción de carne, lo que provocó un aumento del 30% en las importaciones del año.

Cuando la crisis toca el estómago

Según especialistas, la industria cárnica mexicana enfrenta una compleja situación debido a que los inventarios de carne de res se han desacelerado, mientras el consumo se mantiene al alza gracias a la recuperación del ingreso de la población.

Anaya indicó que los bajos inventarios y el incremento de los precios del ganado de engorda, sacrificio y canal en Estados Unidos —que sirven como marcadores en México— han incidido en la aceleración del precio de la carne de res, que reportó en junio una variación anual de 17.8%.

Los productores mexicanos han intentado que Washington distinga lo que ocurre con la plaga del gusano en el sur de México de la actividad ganadera en el norte del país, donde se aplican medidas sanitarias más estrictas. “Pero el daño ya está hecho”, expresó Anaya.

El escenario para los ganaderos locales no podría ser más adverso, pero Ibarra Vargas se niega a claudicar y dice, mientras se apoya en una improvisada reja de metal de casi dos metros de alto que protege el corral de sus becerros, que esperará a que se reabra la frontera con Estados Unidos. “Ya creo que nos merecemos los siete años de vacas gordas”.

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